viernes, 12 de febrero de 2016

Dostoyevski o la miseria humana de comenzar un Blog.

Fascinante es el hecho de que cuando te planteas hacer un Blog, la mente divaga proponiendo los temas más inspiradores y enérgicos que un purista pueda imaginar. Cada palabra es una delicia, sin olvidar el placer que proporciona una composición bien hecha para aquellos obsesivos de la gramática y coherencia lingüística. Sin embargo, una vez has arreglado los asuntos más insignificantemente trascendentales, tales como la foto de perfil, las reseñas de tu fabulosa vida o el insufrible nombre del vanidoso Blog, al momento en el cual debes desbordar toda aquella verborrea literaria contenida y amordazada, simplemente te encuentras frente a una página tan en blanco como lo son tus propios pensamientos. 

Milagrosamente llueve en la sequía debido a que aparece el hada de las palabras. Por fin se hace presente. Tu alma se derrama completamente y cada crujir del teclado es una pequeña victoria. Sonido celestial. Éxtasis puro.¡Bendita sea!

Entonces, cuando tienes la satisfacción de creer haber escrito palabras fascinantes y el ritmo cardíaco se ha estabilizado nuevamente, cierta sensación amiga vuelve a aparecer para transformar el virtuoso triunfo en monomaniaca vanidad. 
Así es como llegas a pensar que hurtarán tus tan brillantes e innovadores pseudo escritos, los cuales de manera absurda crees que contienen frases tan únicas y especiales que estás reticente a compartir, dado que piensas que sólo a ti deben pertenecer, cuando en realidad ya las habías robado de otros autores para el solo hecho de vanagloriarte ante la mirada de los otros. Temes ser una farsa. De la misma manera tienes miedo de ser demasiado original. 

Falsa modestia.
Es egoísmo. Es ira. Es frustración. 
No eres mejor que otro. 
Tampoco eres especial.
Tu mente por esta noche no estallará. 
Ahora compártelo, en la web ha de ser.
La anestesia no volverá.
Estás listo. 
Será.


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